Penchaszadeh, en su oficina de la
Organización Panamericana de la Salud
Foto: Carolina Camps
Basta con escucharlo durante unos instantes para comprobar que, después de
vivir y trabajar más de tres décadas en el extranjero, el prestigioso
genetista y sanitarista Víctor Penchaszadeh no perdió ni el acento porteño,
ni la franqueza y contundencia de sus opiniones.
"Siempre quise volver. Si no lo hice antes, fue por cuestiones de
oportunidad. El país nunca tuvo una política seria de retorno de
exiliados", afirma, nuevamente instalado en Buenos Aires.
Penchaszadeh participará hoy como expositor en el seminario Ruptura y
Reconstrucción de la Ciencia Argentina, que tratará el problema de la emigración
de científicos y sus consecuencias en la ciencia y la salud nacionales. El
encuentro, organizado por el programa Raíces del Ministerio de Educación,
Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Secretaría de
Derechos Humanos, se prolongará hasta mañana en el Salón Leopoldo Marechal
del Palacio Sarmiento, Pizzurno 935, y propone instaurar la visión del
conocimiento científico y tecnológico como un derecho humano.
En el Norte, mirando al Sur
Exiliado el 19 de diciembre de 1975, sin haber estado afiliado a ninguna
organización política y cuando estaba organizando un departamento de genética
y desarrollo en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, y trabajando en la
Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina, entre otros cargos de su
especialidad, el también investigador en temas de bioética se dirigió a
Venezuela, primero, y luego a los Estados Unidos, donde desarrolló toda su
carrera profesional en los más destacados ámbitos de la medicina neoyorquina
(como el hospital Beth Israel, el Mount Sinai y la Universidad de Columbia) y de
la salud pública internacional.
"Siempre me interesé por los países en desarrollo, y específicamente por
América latina -explica-. Era uno de estos tipos que estaban en el Norte, pero
mirando al Sur. Fui uno de los fundadores y presidentes de la Asociación
Argentino-Norteamericana para el Desarrollo de la Ciencia, la Tecnología y la
Cultura (Anacitec). Por otro lado, después del 83 venía al país entre tres y
cuatro veces por año. Siempre estuve muy presente."
Actualmente, ya como consultor de la Organización Panamericana de la Salud para
América latina, Penchaszadeh intenta desarrollar desde aquí el Programa de
Desarrollo de la Genética en Salud Pública y Derechos humanos.
"Quiero establecer un diálogo entre genetistas y sanitaristas, ya que unos
saben muy poco de lo que hacen los otros -dice-. Soy un convencido de que hay
muchos avances de la genética que se pueden aplicar a la salud pública."
Un ejemplo es la pesquisa neonatal, que en una gotita de sangre tomada al recién
nacido puede detectar enfermedades que no resultan evidentes hasta que están en
una etapa avanzada, para tratarlas precozmente y evitar daños irreversibles.
Otro, la administración de ácido fólico para disminuir los defectos del tubo
neural, una malformación congénita.
"Otro podría ser organizar un buen sistema de investigación de historia
familiar que permita establecer marcadores de riesgo genético en la atención
primaria -agrega-. Es algo que debiera ser una política pública. Como también
debiera serlo la evaluación de las tecnologías comerciales relacionadas con el
descubrimiento de genes asociados con distintas enfermedades: la mayoría
promete más de lo que puede ofrecer. Pero, además, hay una franja de cerca de
1500 enfermedades monogénicas (como las hemoglobinopatías o el síndrome
X frágil) para las cuales existen ya pruebas genéticas que
permiten hacer diagnóstico y prevención. Eso no puede hacerse sin
asesoramiento adecuado, sin que sea parte de una política pública. ¿Por qué?
Porque a ese individuo su seguro de salud podría discriminarlo por razones genéticas."
Preocupado por la influencia de intereses comerciales en la salud pública,
Penchaszadeh observa que en la actualidad el paradigma de la salud como derecho
está marginado en el país. "Cada vez más, la salud está siendo manejada
por administradores, por gerentes", sentencia.
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION